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AMP > 07.MAR.2015 > VOLVER
La conmemoración por las víctimas de la fábrica en Chicago (1908), que luego dio origen al pedido de incluir éste como el día Internacional por el derecho de las Mujeres, es importante recordarlo siempre y en todos los lugares que se pueda. Sin embargo, la lucha por los derechos de las mujeres va mucho más allá que conmemorar o celebrar un día, se trata más bien de reconocer y visibilizar un camino recorrido que ha permitido a las mujeres posicionarse cada vez más en la sociedad. En nuestro gremio, para nadie es un secreto que el porcentaje de maestras y profesoras en el sistema educativo del país y de la región es superior al porcentaje de hombres. Se estima que en ciclo inicial y primaria la mayoría de las docentes son mujeres, mientras que en secundaria se equilibra la proporción y en nivel superior cambia la balanza. El 80% de las trabajadoras docentes son mujeres, porcentaje que varía de acuerdo a los niveles y modalidades del Sistema Educativo; en los niveles inicial y básico supera 90% la población femenina dedicada a la docencia. Esto indica que la educación del país está, mayoritariamente, en manos de las mujeres. A pesar de ello, es difícil reconocer e incorporar en el gremio, la necesidad de trabajar en la formación de equidad de género. Para muchas docentes es incluso causa de risa o de prevención política y de enojo dirigirse a los grupos en lenguaje de género; pero para nadie es una ofensa el tratamiento que las empresas le dan a la imagen de las mujeres o los medios de comunicación las muestran como objetos sexuales. Estas agresiones se presentan diariamente y de forma tan sutil que no las reconocemos como formas de violentar nuestra condición de mujeres. En ocasiones hemos sido protagonistas de negación de derechos por parte de otras mujeres, bien porque no se reconoce el ejercicio de la dominación y la explotación en la que se está inmersa, o bien porque terminan defendiendo intereses de otras clases sociales que no reconocen la importancia de la defensa de los derechos de las mujeres como un acto de resistencia. Si bien, es entendible que la lucha por los derechos es muy superior a cambiar solamente el lenguaje, este elemento indica la poca comprensión que se tiene de la importancia de posicionarse social, cultural y políticamente como mujeres. Y esto va mucho más allá, cuando se trata de reconocer la importancia que tiene la lucha contra las distintas formas de discriminación que se dan en los diversos ámbitos donde habitan las mujeres, como el hecho de seguir ganando proporcionalmente menos salario que los hombres, en cargos que requieren las mismas obligaciones laborales; como el hecho de no reconocer la importancia de denunciar y cuestionar fuertemente la violencia intrafamiliar, el femicidio (homicidios de mujeres por parte de los hombres) y las violaciones o la trata de personas, donde la mayoría de las víctimas son mujeres. Ni que decir de la falta de apoyo frente a la exigencia de reconocer sus derechos como hetero y homosexuales, el derecho al aborto y el derecho a liberarse de la condición de doble explotación que sufrimos todas las mujeres (ya expuesto por Marx en el manifiesto Comunista) al tener que trabajar fuera y dentro del hogar. Entre las muchas cosas que podríamos seguir enumerando. Lo cierto es que, aprovechar este mes de marzo para reconocer, empoderar y asumir como bandera de lucha la defensa de los derechos de las mujeres en su polifónica posición de ciudadana, trabajadora, madre de familia, etc., es una necesidad para continuar en la lucha por la defensa de los trabajadores/as de la educación. Esto no significa que sea más importante que las demás luchas que se libran, sino más bien, es una lucha que debe darse en el marco de las que ya se están librando, como las del reconocimiento de un salario digno y de unas condiciones de trabajo adecuadas. No podemos pretender luchar por los derechos de los/as docentes, sin tener en cuenta la lucha por la defensa de los derechos humanos y entre ellos, los derechos de las mujeres, tan vulnerados por estos días, tan poco visibilizados y tan negados históricamente. "Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie". Emily Dickinson.
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